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martes, 6 de septiembre de 2011

Luis Federico Leloir Premio Nobel de Química en el 70

Luis Federico Leloir Nadie sabía de él. Pudo haber pasado por el mundo sin más respetos o veneraciones que las de su familia y sus compañeros de laboratorio, porque era todo rigor, silencio y modestia. Nació en París (Francia) el 6 de setiembre de 1906, falleció en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1987.
En el año 1970 los argentinos se sorprendieron con la noticia del otorgamiento de la más famosa distinción internacional en el campo de la ciencia y la cultura, el Premio Nobel, a uno de sus compatriotas, cuyo nombre y actuación eran absolutamente desconocida por la inmensa mayoría de ellos. Aunque los inicios de su carrera de investigador estuvieron firmemente ligados a la figura de Bernardo A. Houssay -también premio Nobel-, Luis Federico Leloir brilló luego con luz propia y llevó a la ciencia argentina tan alto como su maestro y amigo.
Leloir formó parte de la escuela de Houssay, de quien fue discípulo y amigo. Pero su trayectoria fue tan importante como la de su maestro.
Recibido de médico, y mientras era interno del hospital Ramos Mejía, se interesó por la tarea de laboratorio. Leloir se especializó en el metabolismo de los hidratos de carbono.
Fue a principios de los años - 40 cuando se acercó al Instituto dirigido por Houssay, antecedente del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar, que Leloir dirigiría desde su creación en 1947 y durante 40 años.
Por ese entonces, Leloir compartía sus trabajos de laboratorio con la docencia como profesor externo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, tarea que sólo interrumpió para realizar viajes al exterior con el fin de completar estudios en Cambridge, el Enzime Research Laboratory de los Estados Unidos y otros importantes centros científicos del mundo.
Con una excepcional voluntad, las investigaciones de Leloir en el Instituto superaron los escollos de un presupuesto modesto que obligaba a usar cajones de madera como sillas y a fabricar complejos instrumentos de forma casera. En estas condiciones, su trabajó se orientó a un aspecto científico hasta entonces postergado: el proceso interno por el cual el hígado recibe glucosa y produce glucógeno, el material de reserva energética del organismo.
A principios de 1948, el equipo de Leloir identificó los azucarnucleótidos, compuestos que desempeñan un papel fundamental en el metabolismo de los hidratos de carbono, descubrimiento que convirtió al laboratorio del Instituto en un centro de investigación mundialmente reconocido.

A las ocho de la mañana del 27 de octubre de 1970 llego a la casa del Doctor L. F. Leloir la noticia de que había sido distinguido con el Premio Nobel de Quimica. Sus parientes estaban excitados, pero el doctor Leloir no cambio la rutina: se vistió con calma, desayuno con los suyos y condujo el automovil hasta el laboratorio. Allí lo aguardaban numerosos colegas y un cerco periodístico del cual emergió, con bastante dificultad, un señor muy pulcro que con acento extranjero le dijo: ' Yo debería haber sido el primero en darle la noticia, soy el embajador de Suecia'. El doctor Leloir aceptó los saludos y parecia tranquilo, pero su forma de hablar denotaba la emoción que lo embargaba. Poco después, el 10 de diciembre, en la sala de conciertos de la Real Academia de Ciencias de Suecia, el Rey Gustavo Adolfo le entregaba la medalla y el diploma. En varios reportajes recordó la figura señera del Dr. Houssay.

 Festejando con sus compañeros el Nobel de quimica en el 70

En su reino Austero, sencillo, utilizaba una silla desvencijada y trabajaba con medios precarios. Pero sus investigaciones revolucionaron la ciencia.
Pero en el '70, el Premio Nobel de Química lo convirtió, muy a su pesar, en una estrella. Una tentación que, sin embargo, desdeñó tozudamente para seguir sentado, investigando, en una destartalada silla que poco (pero mucho) tenía de trono

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