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miércoles, 23 de septiembre de 2015

El día que murió

en Paraguay Domingo fidel Sarmiento,"Dominguito" El 22 de septiembre de 1866, Bartolomé Mitre, general en jefe de la Triple Alianza, ordenó el asalto a la formidable posición fortificada enemiga de Curupaytí con 9.000 soldados argentinos y 8.000 brasileños, la flor y nata del ejército, el apoyo del cañoneo de la escuadra imperial y la cooperación de las fuerzas orientales de Venancio Flores. De toda la guerra del Paraguay ésta es la primera batalla planeada por Mitre y también la primera (y única) dirigida directamente por él,- Entre la tropa al mando de Mitre , un soldado recibió un trozo de metralla en el tendón de Aquiles, murió desangrado por falta de atención médica en el barro de Curupayty. Era Domingo Fidel Sarmiento. Gran dolor de Sarmiento se encontraba en EEUU como embajador cuando se entera de la muerte .Sarmiento lo habia visto por última vez cuatro años antes, en 1862, cuando Dominguito viajó a San Juan, donde el padre se desempeñaba como Gobernador Estuvo ausente, también, de los ritos fúnebres celebrados en honor de los más de 2.000 soldados argentinos muertos en la batalla de Curupaití, ceremonia que unió al país en duelo, Carta escrita por Dominguito a su madre un dia antes.- Querida vieja. Septiembre 21 de 1866. – (Víspera de la batalla). La guerra es un juego de azar. Puede la fortuna sonreír, como abandonar al que se expone al plomo enemigo. Si las visiones que nadie llama y que ellas solas vienen a adormecer las duras fatigas, dan la seguridad de la vida en el porvenir que ellas pintan; si halagadores presentimientos que atraen para más adelante: si la ambición de un destino brillante que yo me forjo, son bastantes para dar tranquilidad al ánimo, serenado por la santa misión de defender a su patria, yo tengo fe en mí, fe firme y perfecta en mi camino. ¿Qué es la fe? No puedo explicármelo; pero me basta. Mas si lo que tengo por presentimientos son ilusiones destinadas a desvanecerse ante la metralla de Curupaití o de Humaitá, no sientas mi pérdida hasta el punto de sucumbir bajo la pesadumbre del dolor. Morir por su patria es vivir, es dar a nuestro nombre un brillo que nada borrará; nunca fue jamás más digna la mujer que cuando con estoica resignación envía a las batallas al hijo de sus entrañas.-

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