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lunes, 14 de noviembre de 2011

Recordando la batalla de Ayohúma

Tras Vilcapugio, Belgrano reúne sus fuerzas en Macha. Allí reorganiza el ejército, pidiendo auxilios a los gobernadores. El 7 de Octubre escribe al Presidente de Charcas, Ocampo: “Fortaleza, ánimo, constancia y esfuerzos (no de los comunes) son los que necesita la Patria. Ella será libre e independiente si no nos amilanamos. Si en ese pueblo hay cobardes, que vengan a Macha, y sepan que no hemos de abandonar el puesto, sino cuando sea imposible sostenerlo. Aún hay sol en las bardas y hay un Dios que nos protege”.

Ocampo contesta a la solicitud de Belgrano enviándole 200 caballos, hombres, municiones y algunas piezas de artillería. El gobernador de Cochabamba Juan Antonio Alvarez de Arenales, hace lo mismo. Warnes, gobernador de Santa Cruz de la Sierra, no se muestra menos decidido y Belgrano, contestando sus comunicaciones, le escribe: “Con el contraste de Vilcapugio han creído que se repetía la escena del Desaguadero; se engallan, el ejército vive, y vive con su general para escarmentar a los enemigos, y triunfar de ellos, Dios mediante".

Belgrano no sólo levanta, la moral de las tropas, sino que inyecta optimismo en el gobierno porteño, al cual escribe el 21 de Octubre: “En balde se fatigan nuestros enemigos así interiores como exteriores; en vano sufriremos con ras es; en vano, al vez, nos veamos casi a las puertas de nuestra total ruina, como ya lo hemos estado en algunas épocas de nuestra gloriosa empresa; las Provincias Unidas del Río de la Plata serán libres, y las restantes del continente se le unirán afirmando con sus sacrificios y esfuerzos la libertad e independencia que el ciclo mismo ha puesto en nuestras manos”.

La provincia de Chayanta, casi totalmente poblada por indígenas, da pruebas de su patriotismo. Desde todos los puntos de su territorio acuden hombres, mujeres y niños con sus ofrendas, Cargándolas la Mayor parte sobre sus propios hombros. Artículos de guerra, víveres, ganado, cabalgaduras, forrajes, bálsamo y vino para los enfermos, y hasta objetos de lujo para los oficiales; todo es espontáneamente ofrecido por los indios de Chayanta. Belgrano, en recompensa, expide un bando distribuyendo tierras entre los indígenas y perjudicados por la guerra, con lo cual acaba de afirmar su popularidad en aquella comarca. Gracias a esta cooperación decidida de la población y de todas las autoridades, el ejército puede hacerse de un tren de artillería, aunque de inferior calidad; un parque bien provisto, suficientes caballos para los escuadrones y víveres para más de dos meses.

Los realistas, mientras tanto, a pesar de su reciente victoria, carecen de provisiones y caballos. Refugiados en las alturas y rodeados de poblaciones hostiles, quedan inmovilizados y no pueden emprender ataque alguno contra el ejército patriota. Belgrano, aprovechando esta circunstancia, envía montoneras y partidas en todas direcciones, a fin de acosar a las tropas de Pezuela. Con el objeto de conocer sus movimientos llama un día a un joven teniente de Dragones, el futuro General Gregorio Aráoz de La Madrid, y le ordena: - Escoja usted cuatro hombres de su compañía y marche a traerme noticias exactas de la vanguardia enemiga que está en Yocalla.

La Madrid no tarda en volver con los cuatro soldados:

- Mi general, ya estoy pronto y sólo falta que V. E. me dé un pasaporte para que se me permita entrar en el campo enemigo y poderle traer las noticias con la exactitud que desea.

El General porteño sonríe levemente y replica:

-Usted sabrá proporcionarse el pasaporte.
El Teniente sale a cumplir su misión y apresa una partida de cinco realistas. De ellos dos pertenecen al Batallón de la Muerte y ambos son enviados a Belgrano para que le suministren los informes que necesita. Belgrano ordena que los perjuros sean fusilados por la espalda. Cumplida la ejecución, sus cabezas son cortadas, y con una inscripción sobre la frente “Por perjuros”, son colocadas en el camino donde sin duda pasará el enemigo, colgadas de altos maderos.

A fines de Octubre, el ejército de Belgrano, gracias a la actividad infatigable de su jefe, logra reunir alrededor de 3.400 hombres, aunque de ellos apenas un millar son veteranos. El General porteño tampoco descuida los problemas ajenos a la guerra. El 23 de Octubre escribe al gobierno de Buenos Aires señalándole el nuevo estado de opinión que Impera en el Alto Perú:

"Las ideas de federalismo han cundido mucho, y creo que Dios nos manda trabajos nuevos para que nos amoldemos y sujetemos al orden; confieso que temo a los pueblos después de la victoria, que a los enemigos hoy. Es mucha la ignorancia y conviene que todavía en mucho tiempo estén las atenciones fijadas en los peligros exteriores, sin perder de vista los objetivos interiores". Buenos Aires no tarda en contestarle: “En cuanto a los temores de los pueblos, cuando cesen los peligros exteriores, no obstante que el gobierno conoce que para sofocar las pasiones, guiar la ignorancia y traerlos al camino de la felicidad sería preciso trabajar mucho; creo, sin embargo, más urgentes y espantosos los males que los amigos nos preparan, pues éstos atacan la existencia misma del Estado, y amenazan cortar de raíz el árbol naciente de la libertad de estas provincias; así es preciso concluir que siempre será más útil y seguro que desaparezcan enteramente los peligros exteriores”.

29 de Octubre. Pezuela levanta su campamento de Condo-Condo. Su situación es difícil y no han desaparecido las causas que determinaron su inacción desde de la victoria. Pero el Jefe español comprende que es forzoso salir de la inmovilidad y tomar la ofensiva antes de que los patriotas se robustezcan más. Preocupado por la carencia de transporte, logra sin embargo reunir 600 burros y llamas, suficientes para movilizar el parque. En cuanto a la artillería, la arrastran a pulso los indios.

Comienzos de Noviembre. El general realista se ve do por la época de las lluvias, que dificultan la movilidad. En diez días, apenas puede avanzar 15 leguas. El 12 de Noviembre, las fuerzas realistas llegan a Toquiri, un promontorio a los pies del cual se extiende la pampa de Ayohúma. Dos leguas más allá el ejército patriota aguarda el ataque. En su cuartel general, Belgrano ha convocado a una junta de oficiales, donde se discute el plan de operaciones a seguir. Algunos, como Díaz Vélez, prefieren retirarse a Potosí, antes que arriesgar las fuerzas. Esta es, en realidad, la opinión Mayoritaria, pero después de escuchar a todos, Belgrano toma la palabra para señalar con voz firme:

- Yo respondo a la Nación con mi cabeza del éxito en la batalla.

Por la noche los patriotas abandonan Macha, y antes del amanecer del 9 están en la pampa de Ayohúma a donde los encuentra Pezuela.

DERROTA PATRIOTA
Fuente: Torrente, Mariano: Historia de la revolución hispano-americana. Imprenta de L. Amarita, 1830
Hay cierta desproporción en los ejércitos que están listos para entrar en lucha. La caballería patriota dobla en número a la del enemigo, pero los realistas los duplican en infantería, y cuentan con 18 piezas de artillería, contra 8 de las fuerzas de Belgrano.

Seis de la mañana del 14 de Noviembre. Las columnas realistas van descendiendo por la cuesta de Taquiri. Pezuela, montado en su caballo, arenga a sus soldados y éstos replican animosamente con el grito de: -¡Viva el Rey! ¡Viva el Rey!

Mientras se produce el descenso de las tropas españolas, uno de los. oficiales patriotas, el futuro General La Madrid, advierte la conveniencia de atacar en esos instantes, y así lo sugiere a Belgrano. Pero el general, en tono confiado, replica:

- No se aflija usted: deje que bajen todos, para que no escape ninguno. La victoria es nuestra.
Los realistas completan la operación, atraviesan el río cercano y forman en columnas detrás de una loma, ocultándose así de los patriotas, que en esos momentos escuchan misa ante un altar que Belgrano ha ordenado levantar. Poco después los enemigos reaparecen, pero en lugar de presentarse por el frente se corren por el flanco, amagando la derecha de Belgrano. Los realistas tornan el cerro en que se apoya el ala derecha y se ponen en óptimas condiciones de batir a los patriotas.

Diez de la mañana. El ejército de Pezuela rompe el fuego con sus cañones, abriendo grandes claros en las filas de sus adversarios. La escasa potencia de la artillería patriota hace que ésta carezca de efectividad al contestar las andanadas realistas, ya que sus disparos apenas llegan a la mitad de la distancia. En un alto de la ofensiva enemiga, Belgrano ordena el ataque general a cargo de la infantería, a la que sigue la carga del ala izquierda, de la caballería al mando del coronel Cornelio Zelaya. Pero éste no puede resistir el fuego del enemigo, que espera el ataque con dos batallones, 10 piezas de artillería y el grueso de su caballería. Por su parte, la infantería se encuentra entre dos fuegos, ya que los soldados realistas, apostados en el cerro del cual poco antes se han posesionado, hacen un nutrido fuego de fusilaría. Los patriotas no tienen otra alternativa que el retroceso.

Belgrano y Díaz Vélez advierten el desastre, y se preocupan por salvar a los dispersos, reuniéndolos a medía legua del campo de batalla. El llamado del clarín atrae a unos 400 infantes y 80 hombres de caballería, pero en el llano quedan 200 muertos, 200 heridos, 500 prisioneros y casi todo el parque y la artillería.

Han pasado más de tres horas,. El esfuerzo de Belgrano por reunir los restos de su ejército peligra ante el avance de los realistas. El general porteño llame entonces al coronel Zelaya y le ordena detener al enemigo con su caballería. La acción de Zelaya cumple los deseos de Belgrano, y los patriotas logran ponerse a salvo a través de los desfiladeros de la montaña. El 16 de Noviembre los restos del ejército arriban a Potosí, pero esta ciudad debe ser evacuada ante la cercanía del enemigo. Dos días después, Belgrano se dirige hacia Jujuy, siempre perseguido por la vanguardia realista que el 26 ocupa Potosí.

Concluye 1813. En Jujuy, Belgrano se aboca una vez más a reorganizar sus fuerzas. “Las acciones de Vilcapugio y pampas de Ayohúma - escribe a amigo - han sido crueles, y casi he venido a quedar como al principio". Aunque logra reunir aproximadamente 1.800 soldados, el general porteño debe continuar su retroceso hacia el sur. Nombra al Coronel Manuel Dorrego jefe de la retaguardia, y pone a sus órdenes una compañía de infantería montada, la caballería de línea que se halla en Humahuaca, y un escuadrón de granaderos a caballo que está próximo a llegar: en total 500 hombres. Con fuerzas Belgrano encarga a Dorrego que dispute el terreno al enemigo que avanza sobre Salta a marchas forzadas.

Parte oficial de la batalla de Vilcapugio

Exmo Señor. Las armas de la Patria qe. están á mi mando han sufrido hoy en la Pampa de Vilcapugio un contraste: la ala dra del Exto cantaba la victoria, quando infelizmente fue malamente herido el Coronel Dn. Benito Alvarez, Comte. del n° 8, qe. formaba la izquierda, y muerto su Sargto. Mayor, Dn. Patricio Beldon, y fue lo bastante pa. qe. cediendo al fuego enemigo se arrollase y envolviese al Cuerpo de reserva qe. mandé á auxiliarlo, con lo qe. fue ya preciso qe. el Exto se replegase á un Cerro en qe. apoyaba su derecha, dexando en el Campo las catorce pzas de artilleria qe. llevó, unas pr. haberse inutilizado, y otras qe. por su peso fue imposible salvar.
Empezó la acción á las seis y media de la mañana, y concluyó á la una y tres quartos de la tarde, en qe. me fue preciso retirarme en atencion al poco num°. de gente con que habia quedado, pa. reunir toda la dispersa en un punto qe. crea mas aparente pa. observar los movimientos del enem° y seguirlos segun mexor conviniese á la seguridad de estas Provs. qe. espero no se perderá.
Para la reunion de la gente salio el Mayr. Gral, y sé qe. ha pasado pr. este punto con un num°. crecido: al Coron1. Dn. Migl. Araoz lo embié pr. el camino de Tola- palca y espero qe. haya conseguido reunir un gran numero: esta dispercion no es de estrañar; pr. qe. teniamos mucha gente nueva.
No puedo dar á V. E. una noticia exacta del Exto hta qe. se me reuna todo: han muerto alg. Oficiales y tropa; p°. del enemigo ha sido horrorosa la carniceria qe. los Cazadores, n° 6, y Caballeria ha hecho, sin qe. esto sea exageracion de las qe. se acostumbran en los partes de las acciones de guerra, y qe. es contraria á mi modo de pensar.
Entre los muertos del eiiemigo se cuenta un Brigadier, dos Coroneles, alg. Tent. Coron8- y otros oficiales, y tambien tengo unos quantos prisioneros de estos, y de la tropa: luego qe. me halle con a]gs, menos atenciones de las qe. tengo circunstanciaré la accion, y sus incidentes con la franqueza y verdad qe. acostumbro.
Segun creo, y pr. qt°. he visto el Exto enemigo está derrotado á pezar de haber quedado el Campo pr. suyo, y tomado la pzas qe. he referido; p°. sea lo qe. fuere á palmos adelantará sus pasos, medte; Dios; ps. con las Divisiones de Cochabamba y Chayanta, y el Exto qe. mando espero qe. sufra su destruccion total.—Dios gue á V. E; ms. as. Toro á 3 leguas de Vilcapugio al E. 1° de Octbre de 1813 á las 9 de la noche.—M1. Belgrano.—E. S. P. Executivo.
Sr. Dr. F. A. Chiclana.
Potosi 4 de Octubre de 1813.
Mi amado Padre: La accion ha sido muy sangrienta hemos perdido mucha gente, p°. mas el enemigo, contamos de nuestros oficiales algunos muertos y el enemigo á Picoaga, Lombera, y Castro, y otros muchos de graduacion.
El Sr. Gral tubo ganada la accion, pues logró con el N°. 6, cazadores y Pardos dextrozar al enemigo p°. la reserva de este cargó sobre el N°. 8 y á este fué auxiliarlo el N°, 1°. qe. no desplegó bien de aqui resultó lo confucion con lo que se retiraron á un cerro los nuestros con los Generales y toda la gente donde se disputó mucho tiempo el camp° qe. hasta las oraciones defendió el S°r Gral después se ha retirado á Macha con 2000 hombres de Infa 7000 Cochabambinos al mando del Comte Zelaya qe. se le unian al dia sigte. todo esto lo comunica por un oficial de drage llamado Daza con quien hé hablado, el Sr. Gral avisa esto.
yHa sido mucha la dispersion del enemigo muchos los muertos de modo que está en estado de reforzarse y no see de donde lo haga.
Segun mi carculo á pesar de lo qe. hemos padecido no hay cuidado.
El N°. 6 á 4 vs. de la linea enemiga hizo una descarga general y despúes á la bayoneta esta es la razón de lo mucho que perdió el enemigo, y de su dispersion en bastante N°.
Del Sr Gral se hacen los mayores elogios.
Hemos perdido algunos cañones p°. ni un gramo de municion, Zalaya trae 8.
Heridos tenemos á Albares, Foret, Escobar, Guillermo Zamudio, Corro, y algunos más, p°. no son de cuidado, sino lo qe. han muerto.
Todos los oficiales de cava. estan buenos y unidos al Sr. Gral—Soy de V. m su mas reconocido hijo Q. S. M. B.—J. M. Somalo.
Se hán dispersado de los nuestros p°. el Comte. Araos qe. está en Lagunilla aguardando ordenes del Sr. Gral los ha reunido y tiene como 400.
En el campo de batalla de una y otra parte han quedado como 2000 muertos.
Ayer fui á Yocaya y me hé impuesto de algunos oficiales todo lo que escribo á Vmd.
Al amigo Redehat qe. no hay cuidado los hombres libres triunfarán.
                                                   Niñas de Ayohúma

En el día en que sucedió la Batalla de Ayohúma, el 14 de Noviembre de 1813 y del accionar heroico de las Niñas de Ayohúma, queremos compartir con todos Uds. esta impactante historia que nos cuenta la Prof. María Cristina Fernández en el Boletín Güemesiano de Marzo de 2006.

Lamentablemente estas heroínas fueron y lo son muchas veces olvidadas en nuestra historia y si bien la actual zona en que se desarrolló el combate de Ayohúma es en Bolivia, cerca de la Ciudad de Potosí, no podemos olvidar ni negar que nuestra incipiente libertad se fue forjando con la lucha, el corazón, el heroísmo, los valores de la libertad de cientos de miles de personas que hoy integran otras naciones, pero a la que nos unen un pasado en común y espero alguna vez poder vivir un futuro juntos en una América Latina unida.

Una niña de Ayohúma mendigando en Buenos Aires.

Las mujeres más nombradas y menos conocidas fueron las que la historia denominó genéricamente “las niñas de Ayohúma”. Pero, ¿quiénes fueron? ¿Tenían nombre? ¿Qué hicieron?

Según la tradición fueron las niñas de Ayohúma quienes asistieron a los soldados heridos durante el combate librado en ésas pampas. Eran soldados del ejército patrio al mando del General Manuel Belgrano, que venía de ser derrotado en Vilcapugio y ahora lo era en Ayohúma (actual territorio boliviano).

En la Revista Crónica Histórica Argentina Nº 18 del año 1968, bajo el título “Anciana y Mendiga” se lee el siguiente artículo:

Deambulando por la Plaza de la Victoria, o en los atrios de San Francisco, San Ignacio o Santo Domingo, podía verse en 1827 a una anciana mendiga, de tez morena; al pasar a su lado, se la oía pedir limosna con voz cascada y débil. Se alimentaba con los restos de comida y el pan que le daban en los conventos. Llamábase esta mendiga María Remedios del Valle.

Cierto día acertó a pasar a su lado el general Juan José Viamonte. Este, después de mirarla detenidamente, le preguntó su nombre. Al oírlo se volvió a sus acompañantes: “Esta es ‘La Capitana’, dijo, ‘La Madre de la Patria’, la misma que nos acompañó al Alto Perú. Se trata de una verdadera heroína”. Y cuántas veces la anciana había golpeado a la puerta de la casa del general pidiendo verlo, para ser sistemáticamente despedida por los criados!

Viamonte no la olvidó. Cuando fue elegido diputado a la Sala de Representantes presentó ante ésta, el 25 de septiembre de 1827, una solicitud de pensión por los servicios prestados en la guerra de la Independencia”. La Comisión de Peticiones recomendó a la Sala se aprobara el siguiente proyecto de decreto: “Por ahora y desde esta fecha la suplicante gozará del sueldo de Capitán de Infantería, y devuélvase el expediente para que ocurriendo al P. E. tenga esta resolución su debido cumplimiento”. Pero la presidencia de la sala pospuso la consideración del proyecto a la de otros asuntos que parecían más urgentes.

El 18 de febrero de 1828, Viamonte consiguió que se llevara el proyecto a la consideración de la Legislatura. Leída que fue la solicitud, algunos diputados pidieron mayores informes y, además, alegaron que la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires no tenía facultad para otorgar recompensas por servicios prestados a la Nación.

Entonces se levantó el general Viamonte y expresó: “Yo no hubiera tomado la palabra porque me cuesta mucho trabajo hablar, si no hubiese visto que se echan de menos documentos y datos. Yo conocí a esta mujer en el Alto Perú y la reconozco ahora aquí, cuando vive pidiendo limosna…
Esta mujer es realmente una benemérita. Ha seguido al ejército de la Patria desde el año 1810, y no hay acción en el Perú en la que no se haya encontrado. Es bien digna de ser atendida porque presenta su cuerpo lleno de heridas de bala, y lleno también de las cicatrices por los azotes recibidos de los enemigos, y no se debe permitir que deba mendigar como lo hace”.

La Sala se conmovió ante la declaración de Viamonte, y otro diputado se alzó exclamando: “¡Esa infeliz mujer es una heroína! Y si no fuera por su condición de humilde se habría hecho célebre en todo el mundo”. Por su parte, el representante García Valdéz refutó la objeción sobre las atribuciones afirmando que la Provincia pasaría por cruel e insensible si esperaba a que la Nación se organizase para premiar esos servicios.

Entonces tomó la palabra el doctor Tomás de Anchorena, quien había sido secretario del general Belgrano en la campaña del Alto Perú. “Esta mujer –expresó- participaba en todas las acciones con tal valentía que era la admiración del general, de los oficiales y de toda la tropa. Era la única persona de su sexo a quien el riguroso Belgrano permitía seguir la campaña del ejército, cuando eran tantas las que lo intentaban. Ella era el paño de lágrimas, sin el menor interés, de jefes y oficiales. Todos la elogiaban por su caridad, por los cuidados que prodigaba a los heridos y mutilados, y por su voluntad esforzada de atender a todos los que sufrían. Su misma humildad es lo que más la recomienda”.

La Sala resolvió reconocerle el sueldo correspondiente al grado de Capitán de Infantería, a abonársele desde la fecha en que inició su solicitud ante el Gobierno. Asimismo, dispuso nombrar una comisión que redactase y publicase una biografía de “La Capitana” y diseñase los planos y estableciese el presupuesto de un monumento que habría de erigírsele.

Pero María nunca cobró un centavo, ni tuvo biografía ni monumento. El expediente que contiene el decreto aprobado por unaminidad quedó sepultado en alguna pila de papeles y nunca fue despachado. La heroína siguió mendigando y murió en la miseria.
Después de esto fue incorporada a la plana del Ejército del Gobernador Juan Manuel de Rosas y la mujer decidió cambiar su nombre a Remedios Rosas. El Estado y la burocracia vencieron a María de los Remedios del Valle, murió en la miseria, sin dejar de mendigar monedas y alimentos en las calles de Buenos Aires y sin pensión ni monumento ni texto que cuente su vida, siendo rescatada del olvido por una investigación hecha por Jorge Repiso.

Al menos una Niña de Ayohúma tiene nombre: María Remedios del Valle y un rango figurativo: La Capitana. Pero, cruel destino, fue una mendiga más en el Buenos Aires que ajeno a su entrega, le dio la espalda. Sea este recuerdo una flor para su memoria.
La Historia argentina está llena de estos ejemplos de desmemoria: somos un país experto en el ocultamiento. El Estado y su burocracia vencieron y María Remedios del Valle murió sin cobrar un solo peso, sin monumento que la homenajee y sin un texto que cuente su vida.
  El hombre que la había designado capitana había decidido entregarle el mando de las tropas al general San Martín. Belgrano regresó a Buenos Aires, donde, en un primer momento, se ordenó su arresto debido a las derrotas militares sufridas. Fue absuelto de las acusaciones y liberado.

El 20 de junio de 1820  murió en Buenos Aires: había empeñado un reloj para pagarle al médico que lo atendía, tal era su grado de pobreza. Sólo un diario, El Despertador Teofilantrópico, consignó la noticia de su fallecimiento. A nadie más le importó. Del Valle lo recordaría siempre y, relegada por las autoridades porteñas al olvido, se lamentaría de la pobreza en que había muerto su general. Mientras tanto, ella vivía una miseria aún peor.

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