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viernes, 9 de septiembre de 2011

Sarmiento escribe sobre San Martin

 




















En 1845 Domingo Faustino Sarmiento visitó a San Martín en Grand Bourg y obtuvo en dicha ocasión valiosas informaciones sobre la entrevista de Guayaquil. De estas conversaciones, surge el discurso que Sarmiento diera en el Instituto Histórico de Francia, al cual asistió el general San Martín. Sarmiento nos dice que“Aquella relación fue compuesta casi bajo el dictado de San Martín y mereció su completa aprobación”.[14]
Transcribo algunos párrafos de la misma:
Reunidas las fuerzas de ambos ejércitos, la última campaña contra los realistas podía terminarse en algunas semanas, con todas las seguridades del triunfo.
 [...] San Martín, [...] no queriendo ver  más que el buen éxito de las operaciones militares principiadas en el Perú, venía con el ánimo libre de toda idea ulterior a solicitar la cooperación de Bolívar para llevar  a buen fin la campaña.[ ...] Solicitaba el reemplazo de las bajas que había experimentado la división auxiliar dada a Sucre, porque necesitaba soldados para continuar la guerra; pedía la reincorporación de Guayaquil  al Perú, porque había pertenecido al virreinato. [...]
Cuando se trataba de reemplazar las bajas, Bolívar contestaba que esto debía estipularse de Gobierno a Gobierno; sobre facilitar su ejército para terminar la campaña del Perú, oponía su carácter de Presidente de Colombia, que le impedía salir del territorio de la República. [...]
San Martín creyó haber encontrado la solución de las dificultades, y como si contestase al pensamiento íntimo del Libertador: “Y bien, general”, le dijo, “yo combatiré bajo sus órdenes. No hay rivales para mí cuando se trata de la independencia americana. Esté Vd. seguro, General, venga al Perú; cuente con mi sincera cooperación; seré su segundo”.[15]
Sarmiento, años después, en un artículo escrito en 1867 acerca de la entrevista de Guayaquil escribe lo siguiente:
El objeto de mi vista era muy simple. Desde luego la anexión de Guayaquil, que había dado ocasión a desavenencias. Nuestra misión como generales, le decía yo, es sólo vencer a los españoles. Los pueblos arreglarán sus límites. Por otra parte, yo no tenía fuerzas para abrir una nueva campaña contra los españoles, y era necesario reunir nuestras fuerzas. Iba pues a ofrecerla el mando en jefe de ambos ejércitos, poniéndome yo a sus órdenes.
A todo esto, Bolívar oponía que él dependía absolutamente del Congreso de su país y no podía arreglar nada por sí. [...][16]
 

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